Tuesday, September 07, 2004

Antigona en París, de Luis Gutiérez

No dudo que el nombre de Tommaso Traetta carezca de significado para la mayoría de los aficionados a la ópera en este siglo XXI. Esto es, por lo menos, injusto, ya que este compositor forma, con Jommelli y Gluck, la columna vertebral de la reforma de la ópera que sucedió en el tercer cuarto del siglo XVIII, que incorporó a la opera seria italiana, no sólo muchas características de la opera buffa, sino también elementos de la ópera francesa, como la mayor importancia del coro, un mayor énfasis en una buena declamación durante los recitativos y, hasta cierto punto, divertissements cuyo elemento principal es la danza.
Gracias al actual movimiento de rescate de óperas barrocas y clásicas, podemos ver hoy obras como esta Antigona, con libreto del también reformista Marco Coltellini, basado en la tragedia de Sófocles y que fue estrenada en 1772 en San Petersburgo, donde Traetta era el compositor principal de la corte de Catalina la Grande.
La representación se llevó a cabo en el Théâtre du Châtelet en colaboración con la Opéra National de Montpellier, el pasado 22 de junio. Christophe Rousset dirigió una función brillante con su orquesta favorita, Les Talens Lyriques, y con el coro de Les Élements. Una de las ventajas de que disfrutamos hoy en día los aficionados a la ópera es, sin duda alguna, la existencia de conjuntos que con el uso de instrumentos de época y mucha investigación musicológica, se acercan al sonido que probablemente se escuchara en el siglo XVIII.
Raffaella Milanesi, una cantante muy joven, sustituyó en el papel protagonista a María Bayo, quién no pudo actuar por estar enferma. La Milanesi tiene una gran presencia escénica y una hermosa voz, probablemente no tan madura como la de la Bayo, pero fue una estupenda Antigona. Cantó con belleza y precisión sus arias y su voz fue siempre el elemento principal durante los números de conjunto. Marina Comparato interpretó a Ismene, la dulce hermana menor de Antigona. Tuvo una espléndida función, cosechando la mayor ovación al salir a aceptar el aplauso. Laura Polverelli, una excepcional mezzo, personificó a Emone, el hijo de Creonte enamorado de Antigona.
Dos tenores completaron el reparto, ninguno de ellos italiano. El sudafricano Kobie van Rensburg fue un excelente Creonte, odioso por momentos como buen tirano, pero siempre cantando con una voz resonante. Adrasto fue encarnado por el americano John McVeigh, quien ha andado un enorme camino desde que cantó Little Bat McLean hace algunos años en Susannah en el Met.

Luis Gutiérez, Pro Ópera, nº 52. Septiembre 2004

Saturday, September 04, 2004

Traetta’s rare Antigone

(...) Whoever was looking forward to Traetta’s rare Antigone on May, 5 was disappointed bitterly. (...) First, the ambience of this ruin of a building [Sophiensaele] may be ideal for clubs but certainly not for opera. (...) Third, the “staging”, i.e. the presentation, (...) was so bizarre, grotesque and abhorrent that one virtually longed for Schlingensief, Kupfer or Konwitschny. Director Sven Holm had decided to seat the audience on a pedestal in the middle of the small dirty hall in front of which some confused ado about utterly uninteresting events was taking place. (...)
As idiotic as the presentation was, as impressive was the musical side (...) With Vicente Larrañaga a young, energetic director conducted the small orchestra carrying Traetta’s music congenially. Elevating it to the highest heights and in collaboration with his joyfully playing musicians weaving it into a dense sound. The woodwinds alone deserve a hymn. And the singing was good! In the title part Gesa Hoppe was calling attention on herself with an interesting, not always very idiomatic Soprano mastering glowing arcs just as well as the best declamation. Hanna Dóra Sturludóttir full of pathos and sense for the line as the commenting Ismene was outstanding as well. (...) The choir (Fausto Nardi) (...) was acquitting itself bravely in spite of its look. So, music-wise one could have been happy if one would only have brought a blindfold. (...)

(...) Wer sich am 7. 5. auf Traettas rare Antigone gefreut hatte, sah sich bitter getäuscht ... Zum einen ist das Ambiente dieser Bauruine [Sophiensaele] vielleicht für Discos geeignet, sicher nicht für Oper. (...) Und drittens war die »Inszenierung«, will sagen Präsentation, (...) so grotesk, so bizarr und so abscheulich, daß man sich nach Schlingensief, Kupfer oder Konwitschny geradezu sehnte. Regisseur Sven Holm hatte im kleinen schmutzigen Saal ein Zuschauerpodest aufbauen lassen und ließ davor in (natürlich rattenhäßlichen) Gegenwarts-Kostümen ein wirres Treiben um irgendwelche uninteressanten Vorgänge ablaufen. (...)
So idiotisch die Präsentation war , so achtunggebietend war die musikalische Seite (...) Mit Vicente Larrañaga stand ein junger, energischer Leiter vor dem kleinen Orchester, der die wunderbare Musik Traettas ebenso wunderbar beförderte, sie zu hohen Höhen emporhob, sie mit den spielfreudigen Musikern zu dichtem Klang verwob. Allein die Holzbläser verdienen eine Hymne. Und es wurde gut gesungen! In der Titelpartie machte Gesa Hoppe mit interessantem, nicht immer so idiomatischem Sopran auf sich aufmerksam und sie meisterte leuchtende Bögen ebenso wie beste Deklamation. Hervorragend war auch Hanna Dóra Sturludóttir als kommentierende Ismene voller Pathos und Sinn für die Linie. (...) Der Chor (...)(Fausto Nardi) schlug sich trotz seiner Optik tapfer. Musikalisch also hätte man sich freuen können, hätte man eine Augenbinde mitgebracht. (...)


Orpheus, September/Oktober 2004