Saturday, September 07, 2002

Geradjan Rijnders dirige una ópera "hippy", entrevista de Jan Vandenhouwe

Antigona de Traetta es la tercera producción en Bélgica del director holandés Gerardjan Rijnders en menos de un año. Como Mamma Medea y Mind the Gap, Antigona hunde sus raíces en la tragedia clásica, con la figura central de una mujer que reta a la autoridad de la clase dirigente griega. Pero, mientras la Mamma Medea de Tom Lanoye se constituía en un drama doméstico en la línea de Quién teme a Virginia Woolf, Antigona es una ópera clásica del siglo XVIII con un final feliz, un producto típico de la Ilustración.

Antigona, ¿tragedia entre las tragedias, con un final feliz? ¿No era ella la que escoge suicidarse frente a la opinión del mundo, mientras se prohíbe el entierro de su hermano? Sin embargo, al final de la obra, Creonte se arrepiente y perdona a Antigona pidiéndole, a su vez, el perdón. El final es la celebración de los esponsales de Antigona y Emone.

Gerardjan Rijnders: Traetta escribió Antigona para Catalina la Grande y por supuesto no pudo hablar con ella sobre cómo gobernar. Creonte tiene que arrepentirse, porque dentro del espíritu del siglo XVIII, el gobernante siempre estaba en posesión de la razón. He tratado de trazar unos cuantos signos de interrogación entorno a esto en la producción: ¿se trata de un final feliz donde nadie muere, pero hasta qué punto se trata realmente de un final feliz? Antigona siempre ha simbolizado la determinación, desde Hólderlin en el siglo XIX, y su nombre significa literalmente antimujer, lo contrario de una mujer. En la versión de Traetta, Antigona no se revela al final, ya no se opone a nada. Si aplicamos la teoría freudiana, ha sido castrada. Antigona trata los mismos temas en los que Sófocles estaba interesado en su trama clásica. ¿Está acertado Creonte al prohibir a Antigona el entierro de su hermano? ¿Es la reacción de Antigona acorde a la razón y al amor fraternal, o se trata de histeria? Creo que Antigona, más que el mito clásico, es la historia de una generación de jóvenes que intentan revelarse. Esto nos llevó a pensar inmediatamente en los años sesenta; estamos hablando del flower-power (filosofía hippy) antes de que esta frase fuera acuñada. Al final, por supuesto, los jóvenes están en posesión de la razón, pero hay que asumir que posteriormente entrarán a formar parte de la clase dirigente, tal y como ocurrió en la generación de los sesenta, lo cual realmente es un hecho muy corriente. Aun así, no he querido golpear las conciencias con las sutilezas de este final feliz y lo que ello significa. Dichos matices sólo son sugeridos.

Antigona es la primera producción de ópera de Rijnders y su elección no fue más que una coincidencia. No quise sólo tomar un tema clásico que todo el mundo conociera”, explica Rijnders. “Antigona es un redescubrimiento y se ha editado recientemente en CD. Estaba entusiasmado con hacer una nueva producción de una obra que llevaba doscientos años fuera de los escenarios”.

G. R.: De hecho, durante mucho tiempo, he soñado con dirigir una ópera. Amo la ópera, que obviamente es un paso más dentro del drama teatral. He trabajado con cantantes y bailarines antes y no pienso realmente que haya una gran diferencia entre la ópera y el teatro, desde el punto de vista de un director. La ópera es teatro. Bueno, existen diferencias obvias, pero como director, tratas de encontrar el camino correcto para hacer tu historia inteligible de la manera en que quieres que sea entendida.

Muchos directores que son nuevos en ópera, son acusados por la crítica de no comprender realmente la parte musical. Rijnders no piensa que esto sea relevante.

G. R.: Alguien mencionó durante los ensayos que trabajo mucho con el texto pero que, extrañamente, parecía el resultado de una interpretación muy musical. Fue también realmente interesante averiguar que el profesor de las hermanas Milanesi había siempre puesto mucho énfasis en el texto. Me dijeron que siempre había dicho que no se pueden cantar
sólo las notas, hay que conocer realmente la historia que estás contando. Ensayé con la parte de piano y utilicé la música para obtener las ideas, en definitiva. Paul, el director musical, estuvo presente durante mucho tiempo en los ensayos y podría pasar años hablando con él y con los cantantes acerca del tempo musical, de las pausas y de todas esas cosas. Sabe, en ópera, tienes problemas muy puntuales: ¿qué ocurre si no existe parte cantada?, ¿no pasa nada? Es entonces cuando intento resolver todos esos problemas.

A pesar del frecuente lamento sobre el futuro de la ópera, Rijnders parece muy optimista:
G. R.: En Holanda y Bélgica los teatros de ópera siempre están llenos. Se puede decir que el público es elitista y que se trata de la misma clase de gente siempre, y que es un arte muy caro, pero a la gente le gusta ir a la ópera. Esa emocionante sensación que tienes al estar junto a otras personas escuchando una orquesta y unos cantantes, y presenciando una representación, Hollywood no puede competir con esto. Lo que si es real es que el papel de la ópera en la sociedad es muy marginal. De hecho, sólo una vez hubo una ópera que acarreó consecuencias sociales reales, The Mute Girl of Portici, que supuso en 1830 el estallido de la revolución en Bélgica y es que se trata realmente de una ópera terrible. La ópera es entretenimiento. La trama debe hacernos pensar, pero no hay otro propósito más que éste. Lo cual no me importa. Odio las producciones donde la relevancia y la modernidad siguen machacándote en casa. Antigona podría ser la heroína del movimiento antiglobalización, pero, la verdad, no puedo obsesionarme hasta el aburrimiento con esto. Es trabajo del público el establecer un vínculo con el mundo real. Ellos son los que deciden lo que quieren hacer con todas esas historias.
Jan Vandenhouwe,
Ciclo de Ópera Barroca, Antigona, Consorcio Salamanca 2002.